viernes, 30 de noviembre de 2007

Una larga despedida

Hoy confirmé que me voy de esta universidad que es como mía -- aunque, claro, nunca será de nadie.
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Como andaba por el Campus Huechuraba, volví a los viejos hábitos de hace cinco años, cuando recién llegaba. Fue una despedida privada. Más bien, el término de una larga despedida que empezó hace tiempo.
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Me compré un cigarro suelto en el “carrito de la tía”. En ese carrito fue donde empecé a comprar cigarros sueltos -- toda la vida me habían dado como mala espina. Pero esta vez también tenía un gusto especial.
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Cigarro en mano, me senté en los escaños delante de la Escuela . El sol brillaba igual que hace cinco años, cuando yo no sabia lo que venía por delante (ahora tampoco lo sé), cuando todo era un sueño: los edificios majestuosos de la universidad, los profesores prestigiosos, la biblioteca con nombres de médicos y científicos famosos esculpidos en la fachada. Cuando me saqué esta foto, antes del primer invierno, de la primera lluvia, del primer parto.
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Ya pasaron cinco inviernos. El sexto, tal parece, no me va a alcanzar.
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La gente entraba a la escuela apurada y me di cuenta de que ahí en esa vereda fue que aprendí a caminar apurada con un café y un libro en la mano. Antes no tomaba café ambulante; para mi un café , "un cafecito", es la antitesis del movimiento y del apuro.
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Mi almuerzo consistió sandwich y reflexiones.

.Me senté de frente a la escuela y varias veces me detuve a mirar las letras enormes suspendidas sobre el muro, dicen UNIVERSIDAD MAYOR ¿qué más?.
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Después vi a un alumno de otra carrera con una polera de la universidad, pensé en comprarme una, sería la segunda que tengo, ademas tengo un cortavientos. Cuando se lo conté a un amigo, me dijo: "Ahora vas a empezar a mirar todo con ojos de memorabilia". Con ojos de Recuerdo ,de souvenir.
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De eso no hay dudas, pero necesitaría comprarme poleras de tantas cosas. Del Felix Bulnes, de la Piojera, de profesores inolvidables, de pacientes que también me enseñaron cosas, del internado rural, de los largos turnos en buena compañía, de los viajes como sardina en el bus de la universidad, del Congreso Iberoamericano, de las tardes de “estudio” con mis amigas, de los tesoros de la Cata, de el pánico antes de los exámenes, de los llantos y las carcajadas.
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…Creo que no me la voy a comprar
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Cinco años no entran en una polera, ni en una taza, ni en un portacarnet.